lunes, 12 de abril de 2010

Blefaritis

¿Qué es la blefaritis?

La blefaritis es una enfermedad inflamatoria eritematosa descamativa de los párpados, en concreto, de la base de implantación de las pestañas en los mismos.
A menudo su origen se debe a un mal funcionamiento de las pequeñas glándulas que se encuentran en el marge
n palpebral. En condiciones normales estas glándulas producen una secreción grasa que ayuda a lubricar la superficie del ojo y la cara interna de los párpados, previniendo la evaporación de las lágrimas. En los pacientes con blefaritis estas glándulas se encuentran obstruidas, sus secreciones quedan estancadas y se forman ácidos grasos que irritan la superficie ocular.


Realmente, cuando hablamos de blefaritis nos referimos concretamente a la blefaritis marginal, es decir, de la inflamación del borde libre del párpado (donde están las pestañas, más o menos). Puede ser aguda, crónica, o crónica con brotes de agudización, pero lo que caracteriza a esta enfermedad es:
- Ocurre en los dos ojos, y en los dos párpados de cada ojo. Aunque sea asimétrica (más en un ojo que en el otro) y el paciente sólo refiera síntomas en un ojo, en el examen oftalmológico vemos inflamación en los dos.
- En muchos casos no da síntomas, o sólo da síntomas en momentos puntuales.
- La inflamación no es tan aparatosa como un orzuelo, aunque son problemas relacionados. El diagnóstico de blefaritis, aunque lo sospechemos por los síntomas, se realiza con la lámpara de hendidura, porque hay que ver el borde del párpado con varios aumentos para encontrar los signos de la enfermedad.

¿A quién le afecta?

La blefaritis es un proceso común que afecta al 5% de la población, de carácter crónico, y que cursa en brotes. Esta enfermedad se da indistintamente tanto en hombres como en mujeres, pero tiene una incidencia ligeramente mayor en varones. La hinchazón de párpados suele afectar durante los tres primeros meses de vida en la lactancia, y también es habitual en adultos entre los 18 y 40 años de edad.


El borde del párpado

Conozcamos en mayor detalle el borde de los párpados. En la imagen de abajo tenemos un dibujo del párpado superior, cortado y visto de perfil.


Vamos a olvidarnos de algunas estructuras que están en el espesor del párpado, y nos vamos a concentrar en el borde, más o menos donde están las pestañas. Fijándonos de lo más alejado del ojo a lo más cercano, nos encontramos.
- La línea de las pestañas: Están en 2 ó 3 hileras, son pelos bastante gruesos y largos, y se ven fácilmente sin utilizar microscopio. Las pestañas están orientadas hacia el exterior, de forma que normalmente no rozan la superficie del ojo.
- Todavía en la parte exterior del borde, hay unas glándulas sebáceas pequeñas. Pueden desembocar en el mismo folículo de la pestaña, o desembocar al lado. Como el resto de glándulas sebáceas de la piel, produce una secreción grasa que sirve para “hidratar” la zona, y a la pestaña. También existen algunas glándulas cuya secreción no es grasa, sino acuosa, pero para la blefaritis estas glándulas tienen menor importancia.
- Después hay una zona de separación, donde la piel se va convirtiendo en mucosa (epitelio más delicado, sin queratina, y con más necesidades de humedad).
- Ya en la parte posterior del borde del párpado, muy próximas al ojo, hay unas glándulas especiales, que son quizás las principales protagonistas: las glándulas de Meibomio. Son glándulas sebáceas como las que he explicado antes, pero tienen ciertas peculiaridades.

1.- Son mucho más grandes. El cuerpo de la glándula se prolonga bastante en el espesor del párpado.

2.- La secreción grasa, más que para las pestañas, es para la lágrima. En la película lagrimal, aunque es en su mayoría agua, hay otros componentes y el componente graso es fundamental para que no se evapore demasiado rápido). Por lo tanto esta glándula es la principal encargada de la parte grasa de la película lagrimal.

Causas de la blefaritis


Simplificando el tema, lo primero que ocurriría es una alteración en la secreción de las glándulas. El tipo de secreción grasa (tanto de las anteriores, junto a las pestañas, como las posteriores, las de Meibomio) está alterada. Se entiende que es algo constitucional, una tendencia difusa de todas las glándulas de ese tipo. La parte de la blefaritis que se debe a este problema es el componente seborreico, y si predomina este componente, sería una blefaritis seborreica. Si toda la piel es demasiado grasa, existe una dermatitis seborreica, y en este caso el problema del párpado sería una parte más de un problema general.

El aspecto del borde del párpado es que se le ve muy “graso”, con escamas o placas blandas y “untosas”, con abundante secreción blancoamarillenta en la salida de las glándulas, con las pestañas adheridas entre sí por la grasa.
Propiciado por esta alteración de la secreción glandular, se produce una colonización por bacterias. Esta grasa alterada es un caldo de cultivo excelente para los gérmenes. Puede ser algo más silente y que predomine el componente seborreico (grasa demasiado “abundante y espesa”), o puede que lo que más se note sea la colonización bacteriana. Se produce un mayor enrojecimiento por la irritación directa de las bacterias y sus toxinas. La piel se irrita y descama por la infección superficial, y la raíz de las pestañas se llena de abundantes escamas.



Si no son “escamas grasientas y pegajosas” como lo de antes, sino costras secas, más grandes y visibles sin microscopio, con la piel enrojecida y los ojos irritados, se llama blefaritis escamosa, siendo lo que más destaca el componente bacteriano. En estos casos la bacteria más importante que causa la infección es el estafilococo, también se denomina blefaritis estafilocócica.


Esto no quiere decir que en las blefaritis seborreicas no esté el estafilococo.
A pesar de que ya estoy adelantándome a la clasificación y he explicado las diferencias clínicas entre blefaritis seborreica y escamosa, la verdad es que siempre coexisten ambos componentes ya que están totalmente influenciados uno por el otro. La sobreinfección bacteriana altera la propia grasa (más alteración sebácea todavía). Además la inflamación secundaria a la infección produce un estrechamiento de la salida de las glándulas, lo que condiciona más dificultad a la salida de la grasa (que ya fluía con dificultades por ser demasiado espesa). Así, cuanto más se altera la grasa y más se “atasca”, más fácil lo tienen las bacterias para seguir colonizando, ya no sólo en superficie, sino en profundidad en el seno de la glándula. Por tanto, ambos componentes se potencian mutuamente.

Tania Campos Sanz